ARREBATOS ALÍRICOS

Me fui sobreviviendo como pude

(José Luis Piquero)


viernes, 2 de diciembre de 2011

Presentación Palabras Menores (2-12-2011)


Buenas noches. El otro día, en la presentación del libro de Álex Chico, se congratulaba Álvaro Valverde de que este espacio haya sido recuperado para todos los ciudadanos de Plasencia, por (cito) “lo que tiene de emblemático para nuestra cultura y por la justa dimensión que supieron darle quienes lo concibieron para reunir a la inmensa minoría que suele asistir a este tipo de actos”. Poco más que añadir a este respecto: aprovecho, simplemente, para darles la bienvenida, fieles del Verdugo, inmensa minoría, a la presentación de Palabras Menores, editado por de la luna libros y para asegurarles que, una vez pasado el trámite de la presentación, no se van a arrepentir.

Una persona de mi generación, por deformación profesional, por simple deformación o, sencillamente, por poco profesional, en cuanto recibe un encargo, lo primero que hace es ponerse a buscar en Internet qué han dicho del tema otros autores para arar sobre surcos ya trazados. Al fin y al cabo es bastante lógico pues,  como todos sabemos, repetir errores es la base de nuestra civilización.
Así pues, en cuanto Juan Ramón Santos, en una muestra más de su inmensa ingenuidad, me dijo que le gustaría que le hiciera la presentación para su nueva obra, yo busqué qué habían dicho otros autores acerca de él para no meter demasiado la pata. Esto, que puede parecer fácil, no lo es tanto o, al menos, no lo es si eres tonto; desde luego, no lo fue para mí: no quería ser demasiado evidente citando a Gonzalo o Álvaro, no podía tampoco ceñirme a críticas literarias u otras presentaciones porque eso sería tirar piedras sobre mi propio tejado, de por sí maltrecho.

De forma que la tarea se complicaba… Pero creí haber alcanzado el eureka, esa interjección que inventaron los griegos, cuando encontré que un tal Simón Escudero había explicado en el nº 53 de la Gaceta Literaria Extremeña  que Juan Ramón Santos bautizó su primera obra Cortometrajes por causas etimológicas, por la relación que el autor ha mantenido siempre con el cine y, sobre todo, por la vocación de tanteo, ya que, y cito textualmente, “igual que los futuros directores de cine ensayan para abordar algún día un largometraje, el autor ensaya en este caso temas y técnicas narrativas que le puedan servir para tareas de mayor envergadura”.
Ahí lo tenía. Primero, podía basarme en un autor totalmente desconocido y, a partir de ahí, trazar un paralelismo sencillo pero, quizá, resultón. Les cuento a ver qué les parece:
Por ejemplo, que Cortometrajes, como su mismo nombre indica, era el prometedor ensayo en distancias cortas con el que se iniciaba la carrera de Juanra. Al correspondiente corto no podía faltar el correspondiente premio ni que, poco a poco, fuera creciendo su consideración como obra de culto.
El círculo de Viena, siguiendo esta analogía, sería su interesante ópera prima, una obra ligeramente mayor formada por partes proporcionalmente mayores. Prosiguiendo esta línea ascendente, Cuaderno escolar vendría a ser la película de consagración y, aquí estarán todos de acuerdo conmigo, Biblia apócrifa de Aracia sería, innegablemente,  la magna y vasta superproducción.


Ahora, como algunos saben y otros sospechan, estamos aquí para presentar un nuevo libro de cuentos, así que parece que la analogía se me va al traste… Pero, en cambio, les recuerdo que los últimos grandes triunfos unánimes de crítica y público, tanto de guión, como actorales, de prestigio o, incluso de dirección, los encontramos en la televisión (The Wire, Los Soprano, Mad Men, Breaking Bad…).
Así pues, el libro que yo estoy intentando presentar y ante cuya presentación ustedes intentan no perderse, sería la culminación de una obra estructurada de forma fragmentada pero unida, en la que cada engranaje complementa al anterior y, sobre todo, fruto de mucho trabajo, con una calidad innegable que se puede paladear tanto en pequeñas dosis como del tirón.
Así que ahí lo tienen: hemos empezado por una caótica y apresurada búsqueda (lo que antes se llamaba dar palos de ciego y ahora se llama “navegar”), hemos intentando reconducirla con una cita que introdujera un paralelismo y ahora parecemos cerrar el bucle con un fruto del azar que viene a confirmarnos que la vida es compleja y las presentaciones de libros suelen ser un rollo.

El problema llega si les desvelo que el tal Simón Escudero, sobre cuya cita se sostenía el anterior castillo de naipes, no es sino un heterónimo de Juan Ramón Santos que viene a demostrar que la obra de Juan Ramón Santos es mucho más profunda, metaliteraria e irónica que cualquier serie de la HBO, que Pessoa tiene que salir por alguna parte y que lo anterior puede confirmarnos, quizá, que la vida es compleja y, seguramente, que las presentaciones de libros suelen ser un rollo, pero estamos lejos de cerrar el bucle.


Así que volvemos a empezar.
Y digo "volvemos a empezar" porque es hora ya de que nos centremos en el libro que nos ha reunido aquí: Palabras menores. Pero también digo que volvemos a empezar porque el subtítulo explicativo de este libro es, de nuevo, Cortometrajes y la esencia del mismo es, desde una aparente humildad, buscar el instante que supera el momento, alcanzar la relevancia sin osar pretender la trascendencia y, sobre todo, conseguir la grandeza desde piezas breves, mínimas, condensadas, casi pecios a los que, perdón por el chiste fácil, resulta difícil poner precio.
Por lo tanto, démonos todos la enhorabuena porque Juanra haya querido seguir deleitándonos, fuera de la marquesina de los Óscar y la alfombra roja de los estrenos aparatosos, con unos cortometrajes que tienen más cine que varias filmografías ampulosas e infinitamente  más literatura no ya que la exigua biblioteca del coleccionista puntilloso de uno de los relatos, sino que varios de los pasillos de la biblioteca que nunca dejó de recorrer el protagonista apocado de otro de los cuentos. Admitamos la evidencia que da la paciente pareja a otro personaje de que, cariño, en las cámaras no importa el tamaño del objetivo ni, por supuesto, cariño, en los microrrelatos el número de palabras es lo único que cuenta. Y, en conclusión, felicitémonos porque haya mantenido este carácter lúdico y admitamos la evidencia de que, gracias a Pessoa o tal vez a Álvaro de Campos, o quizá a Ricardo Reis, o posiblemente a Alberto Caeiro, pero también a Sandokán, a El prisionero de Aracia, a Mafalda (autora de la foto del autor), o a un Gonzalo Hidalgo siglado y entre paréntesis, pero siempre presente, Juanra, definitivamente, siga hecho un chaval.

En fin, no hay cosa peor que una serie que se empeñe en alargarse estirando el bucle, si acaso, una presentación de libro que incurra en el mismo error. Y dije que no iba a citar a Gonzalo Hidalgo, pero aprovechando su ausencia y pese a aquello de la odiosibilidad de las comparaciones, he de recordar sus palabras en la presentación de la Biblia apócrifa de Aracia. Entonces, dijo el hoy siglado y entreparentésico GHB:
esta ‘Biblia’ es una y diversa. Es una en su totalidad y es diversa en sus unidades, a saber: en el procedimiento narrativo, en la dimensión temporal, en los caminos de la trama, en la riqueza y variedad estilística, en la multiplicación de narradores y, en fin, en el cumplimiento de las profecías (…) desde la clarividencia inicial del narrador omnisciente (…) hasta el confuso rapto del narrador inconsciente final, 


Y el rescate de estas líneas se debe, paradójicamente, a un secuestro. En este caso, el que sucede en el relato número 35, que tienen en la página número 62, que se llama Cuestionario y que, en realidad, encierra bastantes respuestas sobre Palabras Menores. Me van a permitir que lo lea:

Cuando le preguntaron qué libro se llevaría a un isla desierta pensó que a los periodistas se les había agotado del todo la imaginación, y si, a pesar de ser un ateo redomado, respondió con sonrisa sarcástica, «La Biblia, que es muy gorda», fue nada más que por salir del paso, pero cuando, después de amordazarlo, maniatarlo, meterlo a empujones en la furgoneta, subirlo pateando al helicóptero y arrojarlo libre sobre la blanca arena de la playa, vio caer a su lado, como un fardo, el volumen grueso, negro, de sutiles páginas amarillentas, se dio cuenta de que había expresado, sin saberlo, su última voluntad y clamó al cielo, por el que se alejaban para siempre sus captores, irreversiblemente arrepentido de la mala costumbre de hablar por hablar.


Este personaje reaparece en el relato número 48, que empieza en la página 83. En él, el protagonista, pese a su aspecto urbanitas, intelectual, ha conseguido, contra todo pronóstico, aclimatarse a la isla, centrándose en las labores domésticas, mientras la Biblia y, por tanto, su única posibilidad lectora, permanecía olvidada. Sin embargo, más adelante, contento por poder recuperar el hábito lector una vez se ha procurado la supervivencia, comienza a enfrentarse al libro. Lo hace primero, cierto es, desde la desconfianza pero pronto se reconcilia con la Biblia como monumento literario. Sin embargo, llega un momento en que ve que necesita ir más allá y así, decide probar a leer el libro en clave borgiana, armándose de paciencia y… (mejor cito)


así, al cabo de tres años, cuando a punto estaba de claudicar, descubrió entre las letras del libro de Judit un cuento de Perrault. (…) Había llegado al convencimiento de que el asunto requería tanta vista como olfato y empleando ambos sentidos, husmeando con renovada energía, logró descifrar varios cuentos más, que leyó con deleite, pero luego decidió dar un paso más adelante y (…) logró rescatar de entre las páginas de Esdras (…) «La biblioteca de Babel». El descubrimiento del relato de Borges marcó un punto de inflexión en su aventura, le animó y en pocos meses era capaz de leer casi de corrido (…). Leyó muchísimo, y cuando acabó con Borges dio el salto a la novela. Se atrevió primero con La metamorfosis, por lo breve, pero enseguida cogió soltura y con el paso de los meses fueron surgiendo del libro, entre otros, Moby Dick, El Quijote o Guerra y paz

En definitiva, lo que viene a descubrir el aislado protagonista es que, en esencia, ahí tiene todo lo que le hace falta para leer y releer o, en palabras de GHB, ya al cuadrado, que

como el libro sagrado (donde los figurantes neotestamentarios conocen la historia y las profecías veterotestamentarias), o como ‘El Quijote’ (cuyos personajes de la segunda parte han leído la primera) o como ‘Cien años de soledad’ (en donde los pergaminos de Melquíades son a un tiempo profecía y relato),


pues también la Biblia de este cuento, como asimismo la Biblia Apócrifa de Aracia o como ahora, y esto es lo que nos importa, Palabras menores se contiene a sí misma. Y, además de, por desgracia para mí, la mejor y más condensada presentación posible en su contraportada, contiene también dichas en voz baja, como debe decirse todo lo importante, auténticos hallazgos narrativos, humor, precisión, sabiduría, Perrault, Borges, Pessoa y Ferlosio. Pero también lirismo, onanismo ecologista, personajes guadianescos que aparecen y desaparecen, como símbolo o como oxímoron y, en definitiva, un vasto camino de senderos que se bifurcan y se cruzan y se solapan, creando territorios en sí mismos y permitiéndonos leer todo lo legible, incluso aquellas novelas que aún no se han escrito.


Son un total de 50 senderos eternos, de todos los estilos y maneras, y uno, al abrir el libro no puede evitar sentir el recelo de que igual en esta serie encontrará capítulos (o versículos en esta biblia) de relleno. Sospecha que, consecuentemente, se va acrecentando a medida que vas leyendo el primero de los relatos, y te encanta, el segundo, y te sorprende, el tercero que te maravilla, y así sucesivamente… De forma que, por ejemplo, el libro casi puede ser leído como un thriller angustioso en el que no sabes en qué momento te sorprenderá el bajón de calidad o como una novela de misterio en la que tienes que encontrar el fallo. Lamento desvelarles el final tan pronto, si es que deciden leerlo con esa intención, pero mejor que no lo anden buscando: no hay fallo.

En fin. Me han faltado los arrestos para hacerlo al principio pero, ahora, citando de nuevo al autor de este magnífico libro, que en realidad se presenta solo y se puede disfrutar, o husmear en busca de guiños, referencias y homenajes, solo o en compañía pero que debe leerse en horizontal y en vertical, hacia adelante y hacia atrás y, como diría Bolaño, a ser posible de rodillas, me despido como el personaje del relato Mesa redonda, de la página 77:
“Esto es todo lo que tenía que decir”.

Ris. Ras.

2 comentarios:

  1. Tenias que acabar citando a Breaking Bad.. En fin, un gusto leerte !

    ResponderEliminar
  2. Estuve tentado... ;)
    Un placer que me leas. Un saludo

    ResponderEliminar